--- Por Quentin Taranvino ---
Esta va a ser,
si no me falla la memoria, mi cuarta redención en esta vida. En otras vidas ya
no sé porque no me acuerdo, pero si tuviese que apostar, apostaría a que por lo
menos he tenido dos o tres vidas más, ya no digo las siete u ocho que me dice el
vidente que me lee las arrugas del ano para predecir el futuro y el pasado,
pero igual dos o tres sí. La vida en la que fui jaque árabe, la que fui
emperador en Egipto y una en que fui un búho. Así que igual voy por mi
redención quince o así.
En esta vida, que yo recuerde, he intentado
redimir mis pecados, que siempre han sido decir que la cerveza es una mierda y
cosas así, haciendo yoga, vendimiando… y no recuerdo qué más. Pero he hecho
cosas. A Dios pongo por testigo.
Elpidio, que así se llama mi vidente de las
arrugas del ano dice que no encuentro trabajo porque tengo un resquemor con el
universo y viceversa, y que debo hacer algo para arreglarlo. Que no vale con
publicar frases chorras en LinkedIn porque ya hay muchos gilipollas haciéndolo,
que hay que ir un paso más allá. Y en la última visita, en uno de los ratos que
me tenía tumbado boca abajo en la camilla, al ver un puntito marrón en un
pliegue de una arruga de mi tubo de escape, Elpidio me dijo que eso sólo se iba
a arreglar si me decidía a hacer el camino de Santiago. Que la cosa pintaba
mal.
Yo, que siempre he confiado en los profesionales
de la medicina, pues me decido a tirar para adelante. Voy a llamar a un amigo
que es running de esos y que me aconseje, que ya estoy tardando.
Jess, mi amigo el running, me cita en medio de la
plaza del pueblo, una plaza peatonal llena de terrazas que paga la jodida Damn.
Mientras llega, que casi siempre llega tarde, me pido un vinito, unos torreznos,
pan y un bol con alioli. El camarero, que se llama N’Guye, me dice que si me va
bien un verdeguito y yo le digo que
sí aunque no sé qué es eso.
A lo lejos veo a Jess, que viene vestido con unas
mallas fosforitas y unos pantalones cortos del mismo color encima y sin
camiseta, que la lleva dentro de la riñonera que lleva echada para un lado.
Viene corriendo, y cuando casi le va a atropellar un patín eléctrico que va
como el demonio de rápido, Jess le esquiva y sigue corriendo en el sitio, como
cuando llega a un semáforo en rojo para las personas. Qué reflejos.
-
- A ver, Quentin,
si tienes que hacer el camino ese de Santiago, pues hazlo, pero hazlo a tu
manera, no como todo el mundo. ¿Tú no eres winelover? Pues haz el camino de
Santiago con algo del vino o algo. Digo yo. Eres el puto Quentin Taranvino,
tío, no va a venir un inspector de ojetes a decirte cómo tienes que salir a
correr. ¿O qué?
Y ahí está. Para eso están los amigos sabios. Jess
tiene razón y voy a hacer el camino de Santiago como a mí me salga de los
cojones. Y salgo ya. Que me urge que se me quite lo marrón del ojete.
Como quiero triunfar si es posible, no voy a
vestirme como un running de esos que parecen una cebra, y voy a ser más
clásico. Voy a desenfundar mi camiseta del Anderlecht y mis zapatillas
J’Hayber. Estoy a punto de elegir mis zapatillas de futbito de Ronaldinho, pero
me preocupan los tacos para las distancias largas. Mejor las J’Hayber. Los
demás que sigan esas modas ridículas de parecer una puta aurora boreal. Yo soy
un clásico. Como Sinatra. Y la cinta para el pelo de Lebron James.
Antes de salir voy a comer algo para tener
reservas.
Voy a la tienda donde Jessy y le pido dos botellas
de vino para comer y una lata de atún. Y de repente, se me ocurre la gran idea.
Voy a hacer el camino de Santiago visitando bodegas. Y comiendo y bebiendo en
las bodegas que igual me invitan si les digo que soy winelover.
Dicho y hecho. La Jessy me prepara 25 botellas de
vino de un montón de denominaciones que voy a recorrer corriendo. Se le ocurre
que ya que no puedo llevar el vino conmigo porque pesaría mucho, que me grabe
en video abriendo cada botella y brindando con cada vino por el camino de
Santiago y que luego se lo enseñe a las bodegas al llegar. Qué tía, la Jessy,
que idea más buena.
Espero a la hora de cerrar y le digo que venga
conmigo y que me grabe ella, que yo tengo un pulso muy malo, y mi teléfono es
un Nokia como el de Neo en Matrix y creo que muy bien no graba.
Me visto con la camiseta y pantalones oficiales
del Anderlecht y me pongo mis J’Hayber más nuevas. No soy persona de vacilar,
pero esta ocasión va a ser especial.
La Jessy me graba. Abro una botella de vino, me
sirvo una copa, y leyendo la etiqueta le digo a la cámara ‘esperadme que vengo
en unos días’. Y así una tras otra. Las últimas dieciséis botellas se me hacen
cuesta arriba de beber, pero tengo que quedar bien. Dice la Jessy que ya se
ocupa ella de enviar a cada bodega por email el video que corresponde. Que en
algún video igual tendrá que poner subtítulos, pero que bueno, que eso queda
muy Netflix.
Y salgo de casa. A correr. Mi primer destino,
cerquita de casa, a 18 kms. La bodega se llama ‘Embotellado para
RS12563254ÑPLO563’.
Me pulo los 18 kms en apenas dos días, la verdad
es que me encuentro mejor de lo que esperaba, y apenas he tenido que parar a
vomitar y dormir unas cuantas veces.
Al llegar al pueblo donde se encuentra la bodega,
empiezo a preguntar a todo el mundo por la bodega RS12563254ÑPLO563. Estoy
tranquilo aunque no haya reservado antes de venir porque esto del enoturismo
está muy de moda y seguro que están equipados, que leí yo en una revista que ya
casi todas las bodegas están preparadas para recibir huéspedes.
Nadie supo decirme nada de RS12563254ÑPLO563. Ni
los viejos del pueblo. Ni el pescatero ni el de la gasolinera. Nadie. Cuando
pregunté si por lo menos me podían decir dónde estaba la zona de los viñedos,
José, un electricista simpático me dijo que viñedos no había, que si quería ver
polígamos industriales los que quisiera, pero que viñedo no.
Como soy impermeable a la frustración, decido que
voy a por mi siguiente objetivo. Le digo a la Jessy que avise, que no quiero
malos rollos.
Esta vez la etapa son 35 kms. Me encuentro fuerte,
así que en cinco días llego a destino.
Cuando estaba ya en la comarca donde iría a
visitar a JMF, fui encontrando a gente trabajar en bonitos viñedos. Iba
saludando a todos, y preguntando si conocían a JMF, que era una bodega muy
buena de un vino artesano que se llama LA TOS CON MOCOS NO ES GRAVE. Nadie
conocía a JMF ni a su vino artesano. Imagino que entre vignerons de esos debe de
haber envidias y por eso igual me hicieron el vacío, supongo que al ver un
winelover como yo, con la camiseta OFICIAL del Anderlecht, pues igual les dio
pelusa. Gentuza de vignerons.
Cuando llego al pueblo, voy a la dirección que me
ha pasado la Jessy, porque yo ya no me fío. Es raro pero en la dirección no hay
ningún viñedo. Es un edificio de oficinas que pone COWORKING SPACE. Me decido a
entrar, aunque a mí eso de los astronautas me da mal rollo. Y vértigo.
-
-Buenos días,
soy Quentin, Quentin Taranvino.
-
-Buenos días,
¿en qué puedo ayudarle?
-
-Mira es que
estoy buscando a JMF.
-
-¿Disculpe?
-
-Sí, que busco
a JMF.
-
-¿Perdón?
- -Joder, tanto
disculpa y tanto perdón, que soy Quentin, que la Jessy llamó hace unos días
avisando que venía corriendo, que soy Quentin el de la camiseta del Anderlecht,
pero que me la he quitado porque hay que lavarla, pero vamos, que soy yo.
Quentin Taranvino. Que he quedado con JMF que le he enviado un video catando LA
TOS CON MOCOS NO ES GRAVE.
- -Ya, bueno,
mire… es que debe haber algún error, aquí no hay nada que tenga que ver con el
vino. Hubo hace algunos años un par de chicos que alquilaron un despacho
durante seis meses, pero ya marcharon.
-
-Entiendo,
chinita. ¿Y dónde puedo encontrar a JMF?
-
-Pues es que
no lo sé, pruebe en el bar del pueblo.
Y me voy al bar del pueblo.
Allí, entre botellines de cerveza y cocacolas
distingo a una persona que está bebiendo vino. Y decido que puedo fiarme de
ella. Le pregunto por JMF y por LA TOS CON MOCOS NO ES GRAVE. Me dice que sí,
que conoce, que sabe de qué hablo. Pero me dice que JMF y el vino ya no
existen. Le pregunto si es que murieron o algo y me dice que no. Que eso fueron
dos colegas diseñadores que un día decidieron comprar unos cuantos litros de
vino a uno del pueblo que iba a cerrar por jubilación, y que habían hecho unas
etiquetas bien bonitas, pero que se ve que la cosa no les fue bien.
Extrañado, le pregunté si eso podía ser, si podía
ser que a quien se le pusiera en los cojones, podía sacar un vino sin haberse
eslomao en la viña o en la bodega. El tío me dijo que sí, que eso era algo
habitual. Que cada vez quedan menos que trabajen el campo y más que venden humo
de un vino que no han hecho. Que bienvenido al siglo XXI.
Yo insistí preguntando. Le dije si no se lo estaba
inventando todo. Emilio, que así se llama, me dijo que no, que si le acompañaba
a casa, vería cómo era todo cierto. Que tenía fotos con ellos y con las
botellas de vino cuando salieron. Que el vino se lo compraron, ya hecho y
envejecido, a él. A 70 céntimos porque decían que no podían pagar más.
- -
Hijos de
puta! La botella de LA TOS CON MOCOS NO ES GRAVE me costó 33€!
- -
Ya. Así va el
mundo, Quintin.
- -
Me llamo
Quentin. Quentin Taranvino, Emilio. Que yo no te llamo a ti Emilii.
- -
Disculpa.
Llamo a la Jessy para que intente llamar a todas
las bodegas del video para ver si existen o qué. Si hay algo detrás de esas
siglas o esos números o esos nombres tan bonitos y esas etiquetas que llaman
tanto la atención. Me dice la Jessy, horas después, cuando me he bebido un par
de litros de pitarra con Emilii, que sólo dos de las 25 son bodegas. Que el
resto son vinos por encargo. Que ella no lo sabía, que los compraba para la
tienda porque el distribuidor le decía que eran la leche de proyectos muy bonitos.
Que ella se sacaba un margen de la hostia. Que si quería comprar vinos famosos,
la forzaban a comprar de esos también. Que ella qué coño iba a saber que no
había un puto agricultor detrás que se ganara la vida decentemente vendiendo la
uva o el vino ya hecho a esta gente. Qué bien se expresa la Jessy cuando no va
borracha